Desde mi ventana


Observar a diario las criaturas con las que coexisto, me hace pensar en lo relacionado que están nuestras vidas, en como han tenido que adaptarse para obtener alimento, casa y agua limpia estas aves de pradera.
Pienso en el pajarito gordito, que parece ser un Chercán. ¿Donde vivirá? ¿Pasará mucho frío en las noches? ¿Qué le gustará comer? Podría hacerle yo otra casita donde quepa mejor. Y dejarle semillitas para aguacharlo. 

Las casitas de colores del Aromo
Cuenta la historia que mi tía Chechi, (de quien heredé mis chochos) cuando era pequeña ella tenía aguachado un pajarito, y que todas las mañanas le tocaba la ventana para despertarla, mientras ella en agradecimiento le dejaba pancito en migajas de colación. 
Yo no se si el tener chochos te hace poseedora de un don especial para tratar con la naturaleza, pero creo que de mi abuelo viene esa mala costumbre de considerar la vida algo importante. Dice él que su abuela tenía una melena negra y frondosa que le brillaba la sol, pero que su secreto era dejar una semana la pelela con pichí de los niños, y luego echársela en el pelo y esperar toda la noche para enjuagarsela. 
Desconozco que la abuela rosa halla tenido una conexión especial con las aves,  pero si vivía en el campo me imagino que con mas de una gallina habrá converdado una tarde de mate.
Precisamente hoy, invocando a todas las mujeres de mi linaje, como es de costumbre tomar mate en las mañanas frías, disfruto como lo hicieron la tía Chechi y la abuela Rosa, y como no, la abuela Fresia! como mi mamá apresurada se tomaba un mate en las mañanas antes de irse a la universidad a estudiar Ingenería Comercial. Este mate me sabe a esfuerzo, a choreza y a esperanza; me sabe a casitas de colores y caminos de tierra, a circunstancias difíciles, pero tomadas con humor y miel; entre agua tibia sabor a sabiduría, se traga este amargo pero confortable elixir de vida.
Placeres de la vida



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